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El perro que escribía poemas de amor. DAVID ACEBES SAMPEDRO

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David Acebes Sampedro y Sonsoles Yáñez nos sorprenden en su segunda incursión en la literatura infantil con doce relatos ilustrados que harán las delicias de los más pequeños, al tiempo que los mayores disfrutan de las veladas enseñanzas que se esconden tras las aventuras de supuestos genios que se ven obligados a emigrar al extranjero, burros autistas o princesas-repollo que acaban convertidas en periodistas. Es un librote lectura muy aconsejable No solo por lo que dice, y cómo lo dice, sino por lo que, como padre preocupados por la educación de nuestros hijos, leemos entre líneas.

David Acebes Sampedro (Valladolid, 1976) Licenciado en Derecho. En 2003 obtuvo ex aequo el premio Jóvenes poetas de Valladolid, por el que vio publicado su primer poemario Trópico azul. Es miembro del consejo asesor de la revista de crítica y poesía contemporánea Crátera y miembro del consejo editor del proyecto cultural Contamos la Navidad. Es autor de las letras de 1202.54, primer disco del grupo de rock La Cueva de Zaratustra y desde 2017 forma parte del Colectivo DARt de Poesía Visual, junto a los poetas Atilano Sevillano y Rafael Marín. Hasta el momento ha publicado el libro de cuentos infantiles Víctor, el centauro y otros cuentos para niños con sueño/s (M.A.R. Editor, 2017), el de ensayo La poesía es cosa de burros y el poemario Una décima parte de mí, ambos en PiEdiciones, 2018. En marzo de 2018 fue nombrado ahijado de la Casa-Museo Zorrilla de Valladolid.

Sonsoles Yáñez (A Coruña, 1974) Posee una creatividad innata que refleja en todos los quehaceres de su vida. Licenciada en Económicas, esta gallega de nacimiento y vallisoletana de adopción, compagina su trabajo con la dedicación entusiasta por la pintura y el dibujo, habiéndose especializado muy pronto en la creación para el público más pequeño. En Víctor, el centauro y otros cuentos para niños con sueño/s (M.A.R. Editor, 2017), Sonsoles Yáñez debutó como ilustradora de cuentos infantiles, conectando a las mil maravillas con el particular universo de ilusión creado por su autor, con quien repite en El perro que escribía poemas de amor.

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