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KAFKA. Antología.

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PRÓLOGO DE PEDRO AMORÓS:

Franz Kafka llevaba una vida doble. Por las mañanas trabajaba en una compañía de seguros, por las tardes se recluía en su habitación para dedicarse a la escritura. Sin embargo, no quería dedicarse exclusivamente a la literatura. Se convenció a sí mismo de que iba a pasar su vida frente a una puerta cerrada. Esta imagen se convierte en la figura que define su existencia: el hombre que espera, el excluido, el rechazado, el extranjero. Kafka gustaba de esperar. Dudaba de la realidad, hasta el punto de desear la huida. Anhelaba volar, alejarse de la tierra. Adoraba las habitaciones de hotel en las que se sentía como en una tumba. Se recobijaba en el silencio. En sus textos quedan reflejados de forma minuciosa toda clase de ruidos que contribuían a alterar su frágil y anhelada armonía. 

Kafka convierte la vida en una representación. Aislado en su habitación vive como rodeado de una mampara de cristal. Atrapado en Praga, como en una cárcel, vive dominado por la espera, por la angustia. Anhela el suicidio, el sacrificio. En sus escritos construye para sí una imagen de soltero. Se complace en la soledad porque se considera un excluido. En la vida, frente a la escritura, da la sensación de quietud, bienestar y alegría. Como toda persona que ama la naturaleza, la vida o la literatura, está lleno de curiosidad y no cesa de preguntarse cosas. 

En las mejores obras de Kafka brilla una mágica fluidez, un flujo incontenible que arrastra las palabras, una inspiración poética grandiosa. La literatura se convierte para Kafka en una especie de altar ante el cual se sacrifica. Y ese sacrificio lo lleva a permanecer sentado, escribiendo durante largas noches, en el silencio, en la soledad. Bucea en el inconsciente, en los sueños, de una forma nada usual entre los escritores modernos. Escribe sus grandes novelas sin un plan preconcebido, sin una estructura narrativa que desarrolle la historia. Se deja llevar por la inspiración que anima su frágil cuerpo. 

Animado por el espíritu de Kafka, este libro se adentra en el laberinto de las calles de Praga, en los sueños del escritor, en los entresijos de una época. En La otra carta, Pedro A. Curto ha explorado de forma ingeniosa las relaciones de Franz Kafka con su padre. En 1931 el escritor, que ha superado su larga enfermedad —y no ha fallecido en 1924— recibe un telegrama de su madre comunicándole la muerte del cabeza de familia. Partiendo de esta situación irreal el relato se mueve entre la crítica, la ironía y la amargura. El tono poético no excluye la piedad. A medio camino entre el relato de ciencia ficción y la sátira religiosa, Pedro Pujante describe en El congreso una fantasmagórica reunión de sacerdotes en un lugar denominado La Edificación en donde parecen estar empeñados en reconstruir el pasado. Doce monjes rezan en silencio en mitad del desierto al tiempo que interpretan los textos de Kafka en un relato que combina lo sagrado, lo cómico y lo grotesco a partes iguales. Un niño que quizá remeda a Kafka llega a un sanatorio psiquiátrico acompañado de su padre. En ¿Y tú, qué has hecho?, Estefanía Farias parece relatar un espejismo, un diálogo inusual de niños inusuales. La enorme capacidad visual de Raúl Hernández Garrido queda de manifiesto en la descripción de Un eclipse, un relato poderoso en donde la imaginación del escritor funde las garras de un telescopio con el rostro de una mujer confluyendo poesía y erotismo. Nelson Verástegui ha logrado en La desmaterialización adaptar a nuestros tiempos la desgracia de Gregor Samsa en La metamorfosis. La misma fuente de inspiración ha servido a Arquímedes González en Un corazón perdido para contar una historia inspirada en el género negro que simula ser una horrible pesadilla. En El otro, Kalton Harold Bruhl imagina el encuentro con un suicida en un puente de Praga, un escritor que lleva al papel sus pesadillas, sus sueños, y que se hace llamar Max Brod. La elegante escritura de Harold Bruhl se combina con el tono nostálgico de la historia. En Intuiciones, de Fernando Veglia, paseamos con Gregor Samsa por las calles de Praga y comprendemos que su rutinaria vida sólo encuentra una salida en la escritura, en la imaginativa creación de un personaje denominado Franz Kafka. Francisco Legaz ha tomado como punto de partida El artista del hambre para describir la soledad y el abandono tras la ruptura matrimonial en El artista ¿de qué? La historia oscila entre la ternura y la desazón. Fiel a su espíritu crítico, Miguel Ángel de Rus dibuja con ironía una boda española en Mitad cordero, mitad gato, toro al final, mientras su espíritu, en medio del esperpento, sólo encuentra consuelo en un encuentro con Kafka. En el relato de Agustín Cadena ¿Quién cree en los escritores?, una joven lectora de Kafka persigue una sombra por las calles de Praga pensando que está tras los pasos del escritor. Y es que a veces soñamos con los escritores. La misma sensación de ensoñación atraviesa el relato de Teresa Galeote, La mirada de Kafka. Una pintora trata de captar en un cuadro la imagen del escritor al tiempo que imagina encuentros furtivos con el escritor diluyéndose los límites entre la realidad y la ficción, entre la pintura y la literatura. En Piso 20 Kafka deambula por un edificio casi como un autómata. Encargado de redactar historias para telenovelas sueña con escribir un proyecto original. En un ambiente asfixiante, desangelado y futurista, Melanie Taylor muestra la soledad de Kafka. 

El libro se completa con unas sugerentes y brillantes ilustraciones de Alexandr Pilko. En los trabajos del artista aflora su obsesión por los rostros, por la mirada. La influencia de las vanguardias, la sensación permanente de presencia de los iconos de la tradición rusa y el gusto por la abstracción, combinado con la angustia que producen los ambientes cerrados, opresivos y claustrofóbicos conceden a las ilustraciones un aire de extrañeza que estimula la lectura. Que lo disfruten.

 

ALEXANDR PILKO

Pintor, fotógrafo. San Petersburgo. Rusia. Empezó dedicándose a diseño gráfico, pintura monumental, ilustración. A principios de los años 90 se dedicó a la pintura y desde el año 2000 es Miembro de la Unión de Pintores de Rusia. Su obra se encuentra en colecciones privadas en Rusia, Francia, Estado Unidos, Suecia, Inglaterra e Italia entre otros países. Es autor de las ilustraciones del interior.

www.pilko.ru

 

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